2 de febrero de 2009



Cartas a…
Sin nombre resides expectante a mis cortas y débiles letras. Allí en el remoto segundo donde el cactus crece te llamo a cierta lectura donde te hablo, te grito, te golpeo y te acaricio la frente y lo nudillos…por tu ausencia, quédate…
A
(Mayo Tedioso)
Pensé que los espasmos venían sólo en la noche y resulta que en los últimos días he encontrado que no desertan de mi cuello y mi espalda, en el día y en la noche, alba, crepúsculo. Muevo el cuello insulsamente haciendo círculos con la cabeza y solo asiento más el dolor.
Mi estomago no conoce ahora sólo la ausencia de comida por el desinterés; al momento de entrar a estos cuartos con sillitas negras (la misma pintura todos los días) grita con dientes grises por la incertidumbre que atañen insignificantes números y se me encoge.
Mi cabeza viene con este dolor repentino al recordar los deberes que se consumen en los efímeros días.
Ahora pienso y río anacrónicamente a cualquier pensamiento suelto que me lleva mientras camino. El seño del hombre por estos días se frunce con facilidad, alimentado por el paso rápido de las líneas de las escaleras, por el gotear frío de la monótona regadera, por el arenoso pasar de los segundos que se nos hace gaseosos y corrosivos modos de morir.