16 de febrero de 2009

...La petite aventure...

Yo voy soñando caminos//de la tarde. ¡Las colinas//doradas, los verdes pinos,//las polvorientas encinas! ...¿Adónde el camino irá?//Yo voy cantando, viajero//a lo largo del sendero...//—La tarde cayendo está—.//«En el corazón tenía//la espina de una pasiòn;//logré arrancármela un día,//ya no siento el corazón.» Antonio Machado.


El espontáneo asomo de uno de los niños a la sala corrobora que la experiencia va a ser interesante. Por un lado, tras los primeros sorbos tímidos de café, aparece el irremediable comentario de cómo era que un par de niños iban a cargar con cámaras digitales en la calle; ante lo cual respondimos los presentes con algunas risas despreocupadas que deseaban, sobretodo, tener éxito en esta empresa. Luego, la expectativa de conocer al otro niño que, sin saberlo, nos dio una de las pautas del pequeño proyecto: el motivo de su disfraz. Tras un intervalo de familiarización con los aparatos, empieza la caminata. Todas las chicas con las cámaras pendientes, esperando un asalto de azar que permitiera hacer de la actividad algo interesante... Voila! Uno de nuestros capitanes cae sin el más mínimo aviso, mientras que su nueva vista supersónica (la cámara de Mariana, que por cierto no se preocupó) rebotaba sobre el anden. Mientras Mariana miraba cómo estaba Matias (nuestro super héroe en su pseudo-desceso), la mamá sólo preguntaba nerviosa por el estado del aparato tecnológico.