28 de abril de 2009





Lo que aquí se expone no es el develamiento de aquello que nos propusimos no mostrar de cada uno, sino más bien la(s) vacilación(es) que he decidido compartir con un que está sentado en mi sofá. Es verde y muy cómodo. Así que mientras lees esto intenta desplazarte en uno de los tradicionales saltos mentales a mi sala a las 11:17pm.

Tengo esta noción de sujeto: No es algo que viene antes del nacimiento, como una cosa anticipada que se hace carne después de nueve meses y que siempre va a ser una sola esencia. Es, más bien, el levantamiento de toda una cadena de sucesos que funciona con una sofisticada máquina que mi esquiva biblioteca mental (el conocimiento adquirido) no me permite describir. Léase bien: sofisticada. En fin. Es el tejido incesante de los segundos que adquieren colores muchas veces no identificados por los ojos, es una construcción silenciosa y poco limpia (no siendo peyorativo esto) que hace cada quien mientras pisa la tierra.
Por lo tanto, es algo que se proyecta como un cuerpo con todas las características que el espíritu concibe, es aquello que por su constitución colinda con infinidad de fronteras, es decir, tiene límites.
Entonces, no me pienso como el obstáculo, la finitud que no provoca el asomo a algo más; sino más bien como la vecindad con lo otro, la insinuación siempre en movimiento de lo que sucede allá afuera que altera y cambia mi percepción del mundo.
Pienso en el concepto de Definición que aplico a mi vida. Para empezar, me acerco a esa palabra. Es aquello que nombra algo, que lo señala. Intento definirme a partir de muchas cosas para tener la sensación de que no me desvanezco. Nombrarme. Inhalar aire, pasarlo por las cuerdas bocales y hacer sonido. Haciendo sonido altero el silencio de afuera o el sonido que ya está presente; cuando altero, hago palpitar otras cosas y produzco unas nuevas, nuevas ideas. Voila! Con este sonido soy ahora una yo que me nombro en voz baja, que alcanza a entrar en ese pequeño fonema de medio segundo que es L.F.
La propuesta que, al final, se cuela en la horizontalidad de los cuerpos es que me permitas asomarme a eso ignorado que puede hacer parte de mi, a eso que se halla en alguna parte de mi pequeño fonema y simplemente no concibo, que me sugieras otro modo de pensar la perfección, es decir, y para que no sientas que hago una paupérrima lista de sustantivos y adjetivos, que me diferencies del resto, mejor dicho, que en la diferencia en la que me propongas cinceles la infinitud que quieras, los colores y las formas que tu perspectiva desee aplicar, pero que sea solo mío, solo nuestro, en este momento, mientras me miras a lo ojos sentadito en el sofá y te (me) antojas de un helado de limón de Crepes.